sábado, 28 de agosto de 2010

NYC me emociona

Me emociona caminar por la calle y escuchar todo tipo de idiomas, ver gente de diferentes orígenes y cada uno luciendo un look muy particular.  En NYC uno sale a la calle y se cruza con un punk que lleva un cartel que dice "HELP! I need money for weed". Y cuando atinás a agarrar tu máquina de fotos se apresura a bajar el cartel y de ninguna manera dejarte sacar la foto si no le das UN DÓLAR a cambio. Y si se lo das, te dice "only one camera".





NYC me emociona porque vas en el subte y sabés que si hay dos personas que se miran, se gustan pero "no se animan a acercarse", al final del día uno de los dos publicará un aviso en Craigslist bajo "missed connections" con la descripción perfecta del lugar del cruce y lo que cada uno llevaba puesto.

NYC me emociona de día y de noche. Es una ciudad única, y agradezco al destino por haberme regalado esta maravillosa oportunidad de conocerla tanto.

Me emociona (después de haber vivido seis años en Buenos Aires y dieciocho en Montevideo) entrar a cualquier baño, aunque sea en el zoológico, en el parque o en un Resto de Fast Food y encontrarme con un entorno limpio en donde nunca falta el papel higiénico, el jabón y el secador.

Me emociona caminar por cualquier estación de subte y cruzarme con músicos y bailarines que zapatean y acaparan la atención de cientos de viajeros apurados.

Me emocionan los picnics en Central Park, tomar un tren y caer en Grand Central, caminar por el Soho y por Times Square, sentir que estoy en el centro del mundo entero, ir a un Broadway musical.

NYC me emociona y ojalá NYC también se emocionara por mí.

jueves, 26 de agosto de 2010

Príncipe azul



Que se levante y hable en voz alta la mujer que estando en pareja con algún hombre maravilloso y con cualidades excepcionales no dejaba de mirar el menú de reojo por si, sin querer queriendo, se fuera a encontrar con su príncipe azul en el colectivo, en el subte o bien en una góndola del supermercado buscando algún producto de publicidad bien lograda.
Parecería ser que en la genética femenina existe una tendencia que se alimenta continuamente de la imaginación que combina la figura de un príncipe con el color azul; de la esperanza, aunque sea en el fondo, de encontrar al hombre perfecto. Es probable que la espera se deba a la presencia dos fenómenos. En primer lugar al mito según el cual hubo un tiempo en que la tierra estaba habitada por personas esféricas con dos caras, cuatro piernas y cuatro brazos. La arrogancia de estos seres provocó la ira de Zeus que para someterlos los dividió con su rayo, convirtiéndolos en seres incompletos y condenándolos a anhelar siempre la unión con su mitad perdida, de su "media naranja" o su "alma gemela". En dicha parte de la historia el ser humano era un hombre completo, no necesitaba del otro porque era "con-el-otro", formaban una propia unidad. Ahora en cambio una persona puede pasarse años y hasta una vida sufriendo la necesidad del otro. Tal vez por eso estemos constantemente buscando lograr esa antigua sensación de integridad.
Y en segundo lugar pero no menos importante, puede que se deba también a la gran atención que le prestamos durante una temprana edad, a las fábulas infantiles pobladas de personajes fantásticos encantados. Nadie ignora el cuento de Cenicienta, Blanca nieves o La Bella durmiente.

Muchas veces cuando estamos en la primera etapa de una relación estamos como encantadas con nuestra adquisición y creemos que hemos encontrado al hombre soñado, al futuro padre de nuestros hijos... al Príncipe azul. Hacemos y deshacemos planes y proyectos y de pronto advertimos que el reloj marca la medianoche y nuestro príncipe se empieza a transformar, a desvanecer. Descubrimos que no es tan perfecto como creíamos y que a veces, hasta se comporta de manera molesta.
Entonces entendemos que no hace falta que sea ni príncipe, ni azul. Aprendemos a convivir con ciertas cosas y a amar a un hombre de carne y hueso porque después de todo el personaje no es más que una mera utopía imposible de convertir en realidad.

miércoles, 25 de agosto de 2010

Introducción

Mi vida ha cambiado. Después de vivir 6 años en Buenos Aires, en pleno barrio de Las Cañitas y rodeada de casi todos mis amigos en un radio de 5 cuadras, me mudé a White Pains, NY, a 30 minutos de Manhattan en tren.

Pasé de ser mi propio chofer a depender de todo tipo de transporte público, tren, colectivos y subtes que por suerte cuentan con calefacción y aire acondicionado.

Ahora en vez de tener a casi todos mis amigos en la misma manzana tengo algunos poquitos en el mismo edificio y otros tantos en la ciudad. Atrás quedaron las picadas con mi maravilloso grupo internacional de amigas, los llamados desesperados de "en un minuto estoy en tu casa", "perdí mis llaves voy para ahí", "creo que estoy enamorada", "creo que me va a dejar", "te necesito", las caminatas alrededor de los bosques de Palermo, los helados de Persicco y pedidos de delivery en horas absurdas y las idas semanales al teatro en las calles de Microcentro.

En vez de correr con el auto en contramano por Av. del Libertador para llegar a Buquebus antes de que zarpe el barco hacia mi Montevideo natal, ahora corro media cuadra y unas escaleras esquivando gente para llegar justo antes de que salga el tren para Manhattan.

Ya no compro películas pirateadas en los quioscos porque me asocié al fantástico sistema de Netflix y hago casi todas mis compras a través de Paypal desde la comodidad de mi hogar.

Sin duda mi vida ha cambiado y me emociona pensar que es uno más de los tantos cambios que han sido y que vendrán.

Brindo por los cambios y por los desafíos, por seguir siempre buscando algo más que me haga sentirme viva. Brindo por mi nuevo desafío: mi nuevo blog.

¿Escritora o actriz?

Desde chica siempre soñé con la idea de ser escritora y actriz, me llenaba de satisfacción la idea de que otros disfrutaran al leerme, que dieran vuelta la página y siguieran adelante, con ganas de leer más y más. O que vinieran a verme al teatro y movilizarlos con una actuación brillante hasta hacerlos llorar de risa o de emoción.

Tenía un profesor de literatura Rodolfo Fattoruso que aseguraba que yo publicaría mi primer libro antes de cumplir los 20 años, o eso me decía. Siete años después de cumplir los 20, todavía encantada con el placer de escribir, sin libro publicado, y sin intenciones de tenerlo, la idea de que otros lean lo que escribo me llena de miedo en vez de llenarme de satisfacción.

Me pregunto qué era lo que me hacía creer que mis palabras podían hacerle llegar a un extraño y me cuesta encontrar una respuesta.

Hace un tiempo creé este blog y después de encontrar que la mayoría de los títulos que me gustaban ya estaban tomados, me pregunté: ¿por qué escribo? A lo que me contesté: porque quiero compartir y así fue que decidí llamarlo "Sharing is caring" porque compartir me importa, sin importar quién sea mi lector o no lector del otro lado. Compartir me hace bien, creo.

Intentaré entonces y a partir de ahora usar mi blog como mi journal, como sustituto de mi terapia (ya que me mudé lejos de mi terapeuta y me rehuso a buscar una nueva) y así enterarme si hay otros en el mundo que piensan o sienten como yo, o todo lo contrario.

Aquí empieza "Sharing is caring".