jueves, 26 de agosto de 2010

Príncipe azul



Que se levante y hable en voz alta la mujer que estando en pareja con algún hombre maravilloso y con cualidades excepcionales no dejaba de mirar el menú de reojo por si, sin querer queriendo, se fuera a encontrar con su príncipe azul en el colectivo, en el subte o bien en una góndola del supermercado buscando algún producto de publicidad bien lograda.
Parecería ser que en la genética femenina existe una tendencia que se alimenta continuamente de la imaginación que combina la figura de un príncipe con el color azul; de la esperanza, aunque sea en el fondo, de encontrar al hombre perfecto. Es probable que la espera se deba a la presencia dos fenómenos. En primer lugar al mito según el cual hubo un tiempo en que la tierra estaba habitada por personas esféricas con dos caras, cuatro piernas y cuatro brazos. La arrogancia de estos seres provocó la ira de Zeus que para someterlos los dividió con su rayo, convirtiéndolos en seres incompletos y condenándolos a anhelar siempre la unión con su mitad perdida, de su "media naranja" o su "alma gemela". En dicha parte de la historia el ser humano era un hombre completo, no necesitaba del otro porque era "con-el-otro", formaban una propia unidad. Ahora en cambio una persona puede pasarse años y hasta una vida sufriendo la necesidad del otro. Tal vez por eso estemos constantemente buscando lograr esa antigua sensación de integridad.
Y en segundo lugar pero no menos importante, puede que se deba también a la gran atención que le prestamos durante una temprana edad, a las fábulas infantiles pobladas de personajes fantásticos encantados. Nadie ignora el cuento de Cenicienta, Blanca nieves o La Bella durmiente.

Muchas veces cuando estamos en la primera etapa de una relación estamos como encantadas con nuestra adquisición y creemos que hemos encontrado al hombre soñado, al futuro padre de nuestros hijos... al Príncipe azul. Hacemos y deshacemos planes y proyectos y de pronto advertimos que el reloj marca la medianoche y nuestro príncipe se empieza a transformar, a desvanecer. Descubrimos que no es tan perfecto como creíamos y que a veces, hasta se comporta de manera molesta.
Entonces entendemos que no hace falta que sea ni príncipe, ni azul. Aprendemos a convivir con ciertas cosas y a amar a un hombre de carne y hueso porque después de todo el personaje no es más que una mera utopía imposible de convertir en realidad.

4 comentarios:

  1. No existe el hombre perfecto, si se puede encontrar a alguien que se acerca bastante...A veces encontrarlo es peligroso, porque cuanto más cerca estamos de la perfección mas cerca estamos de la idealización ...y cuando mas idealización tenemos por ese hombre, menos espacio para defectos hay.

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  2. jajajajque grossa Lau!
    lo decis por alguién que conocemos?
    se los extraña
    ja besos porteños!

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  3. No sé lo de los hombres de dos cabezas y cuatro patas, pero es verdad que en la genética femenina parecería haber una tendencia a buscar al hombre perfecto. Y aunque sepamos que no existe, nos lleva unos cuantos dolores de cabeza y desiluciones dejar de idealizar y aprender a aceptar que todos tenemos defectos... Después de todo, nosotras tampoco somos perfectas! A veces, no nos miramos al espejo, no?
    Te quiero, amiga!

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  4. Sabias palabras Laurita!!
    Yo estoy en busca de un imperfecto como yo. El tema es que con el tiempo tengo mas claro de las imperfecciones que estoy dispuesta a tolerar y las que no.
    Si te cruzas con un tipo que sea tan joven de espiritu como yo y le guste pasarla bien.....PRESENTA!!!
    Te quiero mucho,
    Carina

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